René Magritte plantea que pinta las cosas a la misma jerarquía, tanto hombre como florero, como árbol, como animal.
Ante nuestros ojos, el hombre es una aparición visible lo mismo que una nube, lo mismo que un cañon, lo mismo que una pipa, lo mismo que todo lo que vemos. Durante el acto de mirar ocurren fenómenos como el que un objeto no deja ver al que está detrás de él, sin embargo los objetos siempre aparecen por los ojos. Así desprendemos que la jerarquía de las cosas está solo en nuestra mente. Somos nosotros y nuestros preceptos culturales quienes entregamos la carga a los objetos.
En Las Meninas de Velázquez encontramos un interesante juego referente al asunto de la jerarquía.
Cuando Roberto Matta dice que el cuadro de Velázquez es sumamente moderno, no deja de tener razón. Velázquez ha cometido una irreverencia gigantesca. Ha desjerarquizado el cuadro (lo mismo que hace Rembrandt en “La Ronda Nocturna”, donde el teniente -simbolizando la luz- tiene mayor protagonismo que el capitán, que simboliza la sombra).
Rembrandt van Rijn "La Ronda Nocturna".
En Las Meninas, los reyes, quienes por rango deberían ser los protagonistas del cuadro, han sido relegados a los últimos planos, en un pequeño y reducido espejo, también se podría deducir que han sido sacados del cuadro y puestos frente a él (fuera del lienzo, según lo sugiere el reflejo del espejo), lugar que será ocupado por el espectador y del cual tendrán que salir irremediablemente.
En el primer plano se sitúan la infanta, los enanos, las meninas, el perro, los sirvientes y lo reyes reflejados al fondo en el espejo, mientras un sirviente entra por la puerta y protagoniza más que ellos. Si comparamos el autorretrato de Velázquez con los de Rembrandt o Van Dyck encontraremos una diferencia importante y es que se ve sumamente natural, sin vedettismo ni espectacularidad, acentuado esto por encontrarse en un conjunto.
El nombre del cuadro también nos habla del trastoque de las jerarquías, lo tradicional hace suponer que el cuadro es un retrato de la infanta Margarita y su corte.
Una de las preguntas clásicas que se desprende la lectura de Las Meninas es: ¿Cuál de los cuadros es el que está pintando Velázquez? ¿El de adentro o el de afuera?. La respuesta nos la entrega Magritte cuando dice: “Ceci n´est pas une pipe”. El lienzo simulado al interior del cuadro nos hace suponer que es un retrato de los reyes que por no existir en la realidad confirma el enunciado de Magritte, la pregunta nace desde un espejo, colocado en la tela y que nos muestra brumosamente a los reyes católicos.
En Velázquez el intento, mas que el protagonismo de los personajes, se connota como una incitación a que el lector penetre con la mirada en la dimensión simulada. Es una dimensión inquietante. De aquí la idea de que la función de la pintura es la generación de una nueva dimensión.
La dimensión creada por Velázquez es una dimensión “Alice in Wonderland” como nos dice Matta. La relación producida por los espejos internos y externos del cuadro es sumamente interesante: el espejo en el fondo que nos sugiere a los reyes en una ubicación externa al cuadro, o sea en el lugar donde nos encontramos nosotros, genera líneas que forman un triángulo que va desde el interior del cuadro uniéndose con el exterior. Velázquez y los reyes se salen del cuadro en líneas convergentes que forman la arista exterior del triángulo. La lectura no es lineal entre la obra y el espectador, sino que es triangular, teniendo como aristas: el espejo del fondo, el autorretrato de Velázquez (porque el ha salido de nuestro lugar para ir a incorporarse al cuadro), y nosotros; pero hay un punto en esta relación que nos hace transformar el carácter de las aristas. ¿Dónde está el espejo donde se mira Velázquez? ¿Acaso ocupa el lugar que nosotros ocupamos y que el ocupó cuando pintó Las Meninas?. La dimensión creada por Velázquez no se remite a la dimensión simulada, porque produce una dinámica entre los factores que intervienen en el proceso comunicacional: el creador, el mensaje codificado y el receptor; los hace cambiar de lugar mediante la sugestión.
Velázquez nos dice que la composición del cuadro no se remite sólo al lienzo, sino que hay elementos que están fuera de él que lo completan, esto genera uno de los puentes mas increíbles entre la obra de arte y la realidad misma. Es en éste desdoblamiento de la obra hacia el mundo que radica su verdadero carácter realista. El contemplador es involucrado, el mundo es involucrado.
El triángulo tiene dos aristas internas y una arista externa en la que espacialmente confluyen en tiempos diversos, o sugestivamente: Velázquez, los reyes, el espectador.
Se produce una comunicación muy especial entre los personajes y los espectadores debido a que Velázquez nos involucra al ponerse adentro, Velázquez nos mira, y los personajes también.
Con éste cuadro Velázquez se convierte en un pintor revolucionario para su época, pues no se conforma con el simulacro sino que crea una atmósfera sugerente.
Las Meninas es un cuadro de involucraciones. Velázquez no cae en la tumba del realismo, aquello de no poder mostrar lo desconocido, he aquí un puente directo hacia la pintura de Matta y Magritte.
La obra de Velázquez tiene una forma muy particular de vivir, pues no se agota en la lectura literaria de la situación descrita, si uno se acerca las figuras se descomponen en manchas que aunque certeras son amorfas y que crean un microclima digno de las manchas de Matta., por su espontaneidad adquieren un gran valor plástico.
Al alejarnos los resultados visuales en Matta y Velázquez se rechazan y huyen en direcciones opuestas.
Podemos concluir entonces que, en Velázquez la situación descrita adquiere el carácter de una instantánea, es un intento por detener el tiempo y quedarse sólo con el espacio. Es la ejecución rápida pero certera lo que caracteriza el método de Velázquez para conseguir éste desafío. El “Trompe l´ oeil” producido, se acentúa de forma casi sobrenatural al involucrar mediante la proposición o la incitación al espectador, rompiendo magistralmente los esquemas de la pintura mimética.
Escrito en 1991 y reformulado en el invierno del 2006 por Jorge Méndez Ansaldo.