Un estilo singular.
Vermeer siempre ha sido concebido como el antagonista de los “pequeños maestros”, ya que el “pequeño maestro” pintaba objetos lujosos y exóticos, pero siempre vistos a través del vidrio de las ventanas, contemplados desde la calle, como si estuvieran observados por un viandante más. Vermeer opta, sin embargo, por los espacios interiores, pero no buscando objetos lujosos de familias de alta clase, sino algo que fue su gran obsesión en la pintura… la luz.
Luz y color en las obras de Vermeer.
No es casual que el creciente interés por Vermeer coincidiera con el nacimiento impresionista, con su rechazo del estilo académico de tonos oscuros y su dedicación a una pintura al aire libre clara, de colores puros. El color es entendido por los impresionistas como una cualidad de la percepción de la luz, cuya claridad, tonalidad y saturación depende de la longitud de onda de la luz.
No es casual que el creciente interés por Vermeer coincidiera con el nacimiento impresionista, con su rechazo del estilo académico de tonos oscuros y su dedicación a una pintura al aire libre clara, de colores puros. El color es entendido por los impresionistas como una cualidad de la percepción de la luz, cuya claridad, tonalidad y saturación depende de la longitud de onda de la luz.
La aplicación de esta teoría de las ciencias naturales en la pintura tuvo como consecuencia que el color comenzara a verse como un fenómeno sujeto a las variaciones de la luz, dependiendo además, de la percepción del espectador.
Es por ello que Vermeer ha tenido una gran influencia y aprecio entre el público impresionista, como lo sigue teniendo en la actualidad y a buen seguro lo tuvo en su tiempo.
Vermeer fue un innovador.
Su preferencia por el equilibrio en la disposición de los objetos, el
procedimiento de reducir estructuras complejas a unos pocos elementos,
su tratamiento de la luz y la forma de aplicar el color, reflejan una
cualidad estética que era única en su época.