La casa de la mirada. A Matta.
"Caminas
adentro de ti mismo y el tenue reflejo serpeante que te conduce
no es la
última mirada de tus ojos al cerrarse ni es el sol tímido golpeando tus
párpados:
es un
arroyo secreto, no de agua sino de latidos: llamadas, respuestas, llamadas,
hilo de claridades
entre las altas yerbas y las bestias agazapadas de la conciencia a obscuras.
Sigues el
rumor de tu sangre por el país desconocido que inventan tus ojos
y subes por
una escalera de vidrio y agua hasta una terraza.
Hecha de la
misma materia impalpable de los ecos y los tintineos,
la terraza,
suspendida en el aire, es un cuadrilátero de luz, un ring magnético
que se
enrolla en sí mismo, se levanta, anda y se planta en el circo del ojo,
géiser
lunar, tallo de vapor, follaje de chispas, gran árbol que se enciende y apaga y
enciende:
estás en el
interior de los reflejos, estás en la casa de la mirada,
has cerrado
los ojos y entras y sales de ti mismo a ti mismo por un puente de latidos:
EL CORAZÓN
ES UN OJO.
Estás en la
casa de la mirada, los espejos han escondido todos sus espectros,
no hay
nadie ni hay nada que ver, las cosas han abandonado sus cuerpos,
no son
cosas, no son ideas: son disparos verdes, rojos, amarillos, azules,
enjambres
que giran y giran, espirales de legiones desencarnadas,
torbellino de
las formas que todavía no alcanzan su forma,
tu mirada
es la hélice que impulsa y revuelve las muchedumbres incorpóreas,
tu mirada
es la idea fija que taladra el tiempo, la estatua inmóvil en la plaza del
insomnio,
tu mirada
teje y desteje los hilos de la trama del espacio,
tu mirada
frota una idea contra otra y enciende una lámpara en la iglesia de tu cráneo,
pasaje de
la enunciación a la anunciación, de la concepción a la asunción,
el ojo es
una mano, la mano tiene cinco ojos, la mirada tiene dos manos,
estamos en
la casa de la mirada y no hay nada que ver, hay que poblar otra vez la casa del
ojo,
hay que
poblar el mundo con ojos, hay que ser fieles a la vista, hay que
CREAR PARA
VER.
La idea
fija taladra cada minuto, el pensamiento teje y desteje la trama,
vas y
vienes entre el infinito de afuera y tu propio infinito,
eres un
hilo de la trama y un latido del minuto, el ojo que taladra y el ojo tejedor,
al entrar
en ti mismo no sales del mundo, hay ríos y volcanes en tu cuerpo, planetas y
hormigas,
en tu
sangre navegan imperios, turbinas, bibliotecas, jardines,
también hay
animales, plantas, seres de otros mundos, las galaxias circulan en tus
neuronas,
al entrar
en ti mismo entras en este mundo y en los otros mundos,
entras en
lo que vio el astrónomo en su telescopio, el matemático en sus ecuaciones:
el desorden
y la simetría, el accidente y las rimas, las duplicaciones y las mutaciones,
el mal de
San Vito del átomo y sus partículas, las células reincidentes, las inscripciones
estelares.
Afuera es
adentro, caminamos por donde nunca hemos estado,
el lugar
del encuentro entre esto y aquello está aquí mismo y ahora,
somos la
intersección, la X ,
el aspa maravillosa que nos multiplica y nos interroga,
el aspa que
al girar dibuja el cero, ideograma del mundo y de cada uno de nosotros.
Como el
cuerpo astral de Bruno y Cornelio Agripa, como las granes transparentes de
André Breton,
vehículos
de materia sutil, cables entre éste y aquel lado,
los hombres
somos la bisagra entre el aquí el allá, el signo doble y uno, V y ^ ,
pirámides
superpuestas unidas en un ángulo para formar la X de la
Cruz ,
cielo y
tierra, aire y agua, llanura y monte, lago y volcán, hombre y mujer,
el mapa del
cielo se refleja en el espejo de la música,
donde el
ojo se anula nacen mundos:
Octavio
Paz.