Manet no escondía su admiración por la pintura de Diego Velázquez. Le escribía a Baudelaire al respecto en su correspondencia y lo declara de manera explícita en su obra. Especial gusto sentía por el "Retrato del bufón Pablo" del sevillano. En esta obra del barroco español, Manet encontró una gran excusa para declararse a favor del "aplanamiento" de la pintura y el alejamiento del "trompe l'oeil" decimonónico. Concepto que repetirá en varias obras poniendo énfasis en la aplicación de grandes bloques de color plano que evitan la declaración de profundidad mimética del engaño y declarado magistralmente en su obra "el balcón".
Manet decía que la pintura de Velazquez incluye "el fragmento de pintura más sorprendente que nunca se ha hecho" y que no es otro que "el aire que rodea a ese buen hombre vestido de negro".
De esta manera genera en su pintura “El Pífano”, una re-declaración de cuestionamiento de la relación figura-fondo en la obra de arte, tal como lo había hecho el español en su obra. Manet elimina la línea que separa el muro del piso y recorta la figura sobre un plano que la soporta como si estuviera flotando y que solo es desmentido por una diminuta sombra en el pie izquierdo.
Manet decía que la pintura de Velazquez incluye "el fragmento de pintura más sorprendente que nunca se ha hecho" y que no es otro que "el aire que rodea a ese buen hombre vestido de negro".
De esta manera genera en su pintura “El Pífano”, una re-declaración de cuestionamiento de la relación figura-fondo en la obra de arte, tal como lo había hecho el español en su obra. Manet elimina la línea que separa el muro del piso y recorta la figura sobre un plano que la soporta como si estuviera flotando y que solo es desmentido por una diminuta sombra en el pie izquierdo.